

Returning
Season 3 Episode 6 | 1h 12m 29sVideo has Closed Captions
Cristina reveals Alberto’s secret at a party. Mateo and Clara break up.
Sara’s reappearance leads Cristina to reveal Alberto’s secret to Ana at a party. Mateo and Clara break up. Patricia finds herself flirting to secure her future.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

Returning
Season 3 Episode 6 | 1h 12m 29sVideo has Closed Captions
Sara’s reappearance leads Cristina to reveal Alberto’s secret to Ana at a party. Mateo and Clara break up. Patricia finds herself flirting to secure her future.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-¡En Madrid!
¡Que viene a vernos!
-¿Cuándo?
-¡Mañana, mañana viene Luisa!
-¡La Luisa!
¿Mi Luisa?
¡Luisa, que soy Jonás!
¿Cómo estás?
-He oído que Velvet pretende hacer negocios con los Alcocer.
Averigua de qué se trata.
-¡Valentín!
-Y aquí tenemos varias ideas del diseño de joyas.
-¿Tú qué opinas, Patricia?
-Yo por lo menos no vivo a escondidas.
-¿Perdón?
-La vi la otra noche, en la habitación de Isabel.
Pero igual no era usted.
Y lo que tengo que hacer es avisar a don Emilio y que registe en el cuarto, a ver si localizan a la intrusa.
-Ha sido solo una idea.
-Los estampados pertenecen al día.
Son luz en estado puro.
Me pertenecen a mí.
-A ti estas galerías y esa colección de joyas te da exactamente igual.
Te has venido a destrozar mi relación con Alberto.
-Aunque te hayas quitado la bata, recuerda que sigues siendo mi empleada.
-Mira, Pedro, que será tu madre, pero no la aguanto más.
Que ni sé dónde tengo las bragas.
-Bueno, están detrás de las suyas.
-Me vas a hacer trabajar como si fuese una criada.
-Vas a trabajar de modista.
-Les presento a Lucía Márquez.
Rita, usted se hará cargo de ella.
-Menuda maestra.
-Viene a ocupar la plaza de Luisa Rivas.
-Señorita Rivas, por favor.
¿Qué hay de cierto en los rumores que le unen a su representante?
-Estoy enamorada de él, Jonás.
Te mereces ser muy feliz.
-Estamos así porque desde que ha llegado usted no ha parado de entrometerse en todo.
-Pero si yo no he hecho nada.
-Ha hecho todo, madre.
Le ha faltado decir cómo tiene que coser a Rita.
-Me lo ha dicho.
-Por Airsa y por Velvet.
-Salud.
Nueva York es cosa del pasado.
No conozco el compromiso ni me interesa.
Qué siente alguien que está casado con la mujer perfecta y enamorado de su empleada más atractiva y pasando un buen rato con su socia.
-Necesitamos dinero para la próxima colección.
-Estoy en ello.
-¿Ah, sí?
Tengo una idea.
Si gano yo recupero todo mi dinero.
-¿Y si pierde?
-Usted se queda con Velvet.
-Acepto.
-Póker de jotas.
Nuestras chicas nos esperan.
[♪ música en inglés] -Contrato con Cafiero cerrado.
La mujer de mi vida me está esperando en casa, Mateo.
Hoy es mi día de suerte.
-Tu día de suerte.
Si en vez de una jota hubiera salido un tres habrías perdido hasta la camisa.
-Un detalle que nos vamos a quedar para los dos, ¿eh?
-Sí, para los dos.
Un pequeño detalle, nada más.
Oye, una cosa importante.
Me marcho.
No eres el único al que esperan en casa.
-No hagas nada que yo no haría.
¿Clara?
Soy yo.
Ya he llegado.
-¿Ana?
-¿Clara?
¿Clara?
¿Clara?
¿Clarita?
-Está exactamente igual que cuando me pediste matrimonio.
-¿Eso quiere decir que te vienes a vivir conmigo?
-Ven.
En todos estos años nos han pasado un montón de cosas.
Unas buenas y otras malas.
Yo siempre me he sentido la mujer más afortunada del mundo.
Porque tú siempre estabas conmigo.
Pero no puedo vivir contigo.
-¿Pero por qué?
¿Por qué, Ana?
-No puedo vivir contigo aquí, Alberto.
Esta casa ha sido de tu padre y de Gloria.
Luego tuya y de Cristina.
Está llena de cosas suyas por todas partes.
-Las tiraré todas.
-No, no, no.
Aunque no quedara ni una.
Está llena de recuerdos.
Alberto, yo quiero un lugar nuevo.
Quiero empezar de cero una vida contigo.
-Entonces eso... significa que... -Que a partir de ahora vamos a tener que mirar los anuncios de casas del periódico todos los días.
-Me habías asustado.
-Espera, que todavía falta algo.
-Te quiero mucho, Ana.
-Y yo a ti.
Pero te debo una.
[♪ música alegre] -Yo llamaba precisamente para desapuntarme, señorita.
¿Eh?
No, lo siento mucho, pero las dos primeras clases no... vamos, que no han funcionado y no... me temo que no voy a volver.
Sí, es definitivo, sí, señorita.
Muchas gracias.
Adiós.
Adiós.
-Buenos días.
¿Está todo bien?
Una revisión médica de rutina que me han... que me han cambiado la hora.
¿Y tú?
¿Acabas de llegar?
-Sí.
Y de eso precisamente quería hablarle.
Alberto y yo queremos ir a vivir juntos.
-¿Estáis seguros?
Todavía no habéis conseguido la nulidad y no va a ser sencillo.
Las cosas se pueden complicar y mucho.
¿No podíais esperar un poco más?
-Tío.
Llevamos toda la vida esperando.
La nulidad cada vez está más cerca.
Queremos una casa.
Y formar nuestra propia familia.
-Ni una palabra más, hija.
Yo soy feliz si tú eres feliz.
Y te prometo que esta vez no voy a echarme atrás.
No, ya no.
Lo que no voy a poder prometerte jamás es... dejar de preocuparme por ti.
-Gracias.
-¿Vas a contárselo a tus amigas?
-Sí.
-Adelante.
-Y encima justo ahora que yo pensaba que todo iba mejor que nunca entre nosotros.
-A ver, Clara, no nos precipitemos.
Igual solo es un malentendido.
-Es que la tonta soy yo.
Yo pensaba que estaba organizando un hogar para formar una familia conmigo.
Y llego allí y veo una mesa de póker y una de billar.
Lo que se ha hecho es un pisito de soltero.
Y encima ha estado viviendo allí con esa.
-Pero mujer, que tampoco sabes si ha pasado algo entre ellos.
Porque lo mismo solo le está dando un techo a la cría.
-Rita, que la he visto con mis propios ojos.
Si es que con Mateo siempre es igual, no cambia.
-Lo siento mucho, Clara.
-No cambian, primo.
Las mujeres son todas iguales.
Primero te dicen que les gustas, después te engatusan y cuando por fin estás convencido aparece otro y si te he visto no me acuerdo.
-A lo mejor es que no merecía tanto la pena, primo.
Si tú lo que tienes que hacer es cambiar de página y te buscas a otra.
Bueno, tú lo tienes fácil.
Además tampoco llevas tanto tiempo.
-El suficiente, primo.
El suficiente como para enamorarme de ella.
-Lo siento mucho, primo.
¡Ay, Clara, que no sabes que...!
¿Mateo?
-Mateo.
¿Y tú qué tal anoche?
-Vamos a buscar una casa nueva para vivir juntos.
-Ay, Ana, no sabes cuánto me alegro.
Oye, y lo que te voy a echar de menos también te lo digo, pero por ahora me alegro mucho.
-Gracias, Rita.
-Ojalá Clara tuviera la misma suerte con el desgraciado de Mateo.
-Pero tan grave ha sido.
-Mira, no me hagas hablar porque... -¡Eh, tú!
¿Qué significa esto?
-Esto es un babero.
El de mi hija completamente.
-Muy bien, ¿y qué hacía en casa de Mateo?
-¿Y tú?
¿Qué hacías tú en casa de Mateo?
No me digas que habéis estado haciendo cochinadas, ¿eh?
Clarita, que no estás casada.
Si es que nos has salido muy ligera.
-Te estoy preguntando qué hacías hoy.
-Es normal que se me haya olvidado alguna cosa.
Después de un mes viviendo allí.
-¿De qué estás hablando?
-Ay, ¿que no lo sabías?
Cuánto lo siento.
Qué raro, a mí Mateo me lo contaba todo.
-¿Pero tú qué te has creído, somarrana?
-¡Eh, eh, eh!
Vigila esa lengua bonita.
Que yo solo he aceptado una invitación.
Es él el que ha metido a otra en casa.
Aunque tienes que concederle que tiene muy buen gusto para elegir compañera, ¿no crees?
-¡Clara, qué haces!
¡Clara, te has vuelto loca!
-¿Es verdad que Bárbara estaba viviendo en tu casa?
-¿Qué dices?
¿De dónde has sacado esa tontería?
-De esto y del que me lo ha dicho ella.
-Mateo, no tiene ningún sentido que sigas fingiendo.
Te ha cogido.
-Clara, Clara, escúchame.
-No os preocupéis, ya cojo el siguiente.
-Clara, escúchame.
Bárbara estaba sola, con una hija.
No podía dejarla en la calle.
Te juro que yo no estaba viviendo con ella.
¿Qué querías que hiciera?
-Contármelo.
-Te lo estoy contando ahora.
Clara, lo siento.
Lo siento mucho.
Perdona, debería habértelo contado antes.
Lo siento.
-¿Ha pasado algo entre vosotros?
-¿Qué?
No, no.
No, no, no, no.
De verdad, te lo juro.
Te lo juro, tienes que quererme.
¿No vas a decir nada más?
Clara, somos una pareja.
Las parejas arreglan sus problemas hablando.
-Lo nuestro se ha acabado.
[♪ música triste] -¿Estás bien, Clara?
¿Te pasa algo?
-Que soy una imbécil, eso es lo que me pasa.
Mateo me ha ocultado que Bárbara lleva un mes viviendo en su casa.
Y hemos roto.
Cuando pensaba que las cosas no podían ir mejor, resulta que van peor que nunca.
-Oye, lo siento.
No sé qué decir.
-Claro que no, que tú no me tienes que decir nada, que soy yo quien necesito desahogarme.
¿Y sabes qué es lo peor?
Que ahora le voy a tener que ver todos los días.
Y encima le tengo que obedecer y así yo no me puedo olvidar de todo lo que le quiero.
Hazme caso.
Nunca, nunca, nunca te enamores de tu jefe.
De tu jefa.
-¿Lurdes?
¿Doña Bárbara?
-No la he visto, don Mateo.
-¿Dónde se ha metido esa?
-A ver, a ver, Mateo.
Esa ¿quién es?
No soy... -Tu amiguita.
¿Dónde está?
Te juro que la voy a matar.
La muy desgraciada no ha parado hasta separarme de Clara.
Yo la ayudo y así me lo paga.
No se puede ser más mala.
-Yo no soy Bárbara, Mateo, por si no te has dado cuenta.
Y esa historia ni la conozco ni me interesa.
Así que si te quieres desahogar te vas a buscar a tu amiguito y le lloras a él.
Buenos días.
-Buenos días.
-Necesito tres copias del contrato de los Alcocer.
Vienen en una hora.
-Claro.
Quería darte esto.
Son dulces de Santa Clara.
Son típicos de Valladolid.
Están muy ricos.
Con azúcar por encima y... ¿Eres golosa?
No sé, creía que te gustaría probarlos, pero a lo mejor no he hecho bien.
Quería tener un detalle contigo y no se me ocurrió otra cosa.
-Gracias, no tenías por qué.
-No, es una tontería.
Es que después de lo de noche, bueno, la noche anterior, quería que supieras que estuve muy a gusto.
-Yo también.
-¿Sí?
¿Quieres que esta noche...?
-Víctor, el contrato.
-Claro.
Buenos días, doña Bárbara.
-Otro madrugón de estos y te juro que no lo cuento.
-Son las 10:00 de la mañana, Bárbara.
-Bueno, pero es que no sabes la noche que me ha dado Lourditas.
-No te quejes que no eres la única que no ha pegado ojo.
-¡Ah!
Así que por fin.
-Toda la noche.
-Ay, es que estás en racha, Cristina.
Cuando se abre la veda se caza con los ojos cerrados.
¿Y esto qué es?
¿Un regalo de tu última conquista?
-No.
No, no, no es de él, es de Víctor.
Sí, de... son de Valladolid.
Estaba agradecido, quería darme las gracias por contratarle, por todo eso.
-¿Y qué, quiere hacerte la pelota?
Claro, como sabe que conmigo no tiene nada que hacer, pues te quiere de su lado.
Fíjate, lechón, con tarjetita y todo.
Vamos a ver qué dice.
"Lo de anoche fue increíble.
Si me necesitas, ya sabes dónde encontrarme".
¡Ah!
El lechón.
¿Te has acostado con el lechón de Valladolid?
Mira, cuando te dije que buscaras a otra persona que no fuera Miguel, no me refería a algo como esto.
Porque dime que solo ha sido una vez.
Cristina, dime que solo te has acostado una vez.
¡Ay, madre!
-Lo intenté con Miguel y no pude, Bárbara.
Con Víctor es todo mucho más sencillo, más cómodo.
-¿Y por qué no me lo has contado antes?
-Pues porque sabía que te ibas a poner así, porque piensas que es un cateto.
-¡Es un cateto y un ridículo, un hortera, un mindundi!
Y pues si fuera poco es tu empleado, Cristina.
¿Qué pasa, si en ves de coger yo la tarjeta hubiera venido, no sé, Alberto?
-Bueno, a partir de ahora tendremos más cuidado.
-¿A partir de ahora?
¿Piensas repetir?
Mira, Cristina, o me dices que este hombre es una bestia salvaje en la cama o te juro que no lo entiendo.
No.
No, búscate a otro.
-Mira, Bárbara, tenía que elegir a alguien para que me dejase embarazada y lo he hecho.
Así que no voy a parar hasta que no lo consiga.
Déjate de darme lecciones y ocúpate de tus asuntos con Mateo.
-Cuando llegue a la estación, ten mucho cuidado porque eso está lleno de carteristas.
Y cuando vaya a coger un asiento en un autobús, coge siempre el del pasillo.
Porque cuando coges la ventana, entra el sol y usted que duerme, y se pega con el cristal, vamos apallados.
Y cuando llegue al pueblo, por favor, llámeme, porque yo me quiero quedar tranquilo.
-Que se va al pueblo, hombre, no al frente.
-Si alguien se preocupara por él como se preocupa él por mí, mejor le iría.
-¿Madre?
-¿Qué es broma, tonta?
Te he dejado una pizca de matanza en el último cajón, ¿eh?
-La voy a echar mucho de menos, madre.
-Ay, yo a vosotros.
-Buen viaje, Doña Conchi.
-Adiós.
-Ten cuidado.
Y gracias por cuidármelo.
Tú y yo no nos parecemos, pero sé que lo haces feliz.
Y es una cuestión de tiempo que tú y yo nos llevemos bien, ¿eh?
Ya verás.
-Tenga buen viaje.
-Adiós.
Ande, tire.
Adiós.
-Buen viaje.
-¿Estás pensando lo mismo que yo?
[♪ música animada] Pero Pedro, que este no es nuestro cuarto es de Isabel.
-A mí me da igual, pero aquí ya no hay nadie.
Nadie, estamos tú y yo solos.
Espera.
-¿Qué?
-¿Has oído ese ruido?
-Yo solo te oigo a ti.
-Ponte en encima.
Ponte en encima, ponte en encima.
Espérate, me desabrocho.
-Ay, que te desabrocho yo.
Espera.
-El armario.
-¿Qué, qué?
-Que es abierto solo la puerta del armario, Rita.
-Ay, no digas bobadas, será un golpe de aire.
-¿Cómo que, cómo que golpe de aire?
Que estamos todos solos.
Está todo cerrado, Rita.
Que no estamos aquí solos.
Aquí hay una presencia.
Me voy, me voy, me voy.
Me voy, me voy, me voy.
-¿Dónde vas?
-Lo más lejos posible.
Adentro, ahí, ahí.
Ahí adentro hay una presencia.
No me lo puedo... Isabel, es Isabel.
-Eso ni en broma.
Por ya... -Que me da mucho susto, de verdad.
Si no se me olvidara en el pueblo, en la casa de doña Filomena.
Pero si yo vi el espíritu.
Estaba vestido de blanco.
Jonás quiso llamarle.
Y yo estuve dos semanas... -Relájate, alma de cántaro.
-No, no, yo no me puedo relajar.
Don Emilio tiene que saberlo.
-¿Por qué no seguimos en nuestro dormitorio, eh?
Y yo te protejo de los fantasma.
-Que no, que con él más allá, poca broma.
Rita, poca broma.
-Ya sé que su madre le ha contado lo de la clase de baile.
Si viene a insistirme para que vuelva, le advierto que está perdiendo el tiempo.
-¿Ha dejado las clases?
Pero si era su sueño.
-Señor Infantes, si yo acudí a esas clases en su momento, fue por la memoria de Isabel.
Creo que no ha perdido usted la fea costumbre de interrumpirme cuando hablo.
Como lo decía, señor Infantes, yo fui a esas clases por Isabel.
Le había prometido que haría todo lo posible por recuperar aquellas cosas que me decían feliz y no convertirlas en un sainete.
-Con un sainete... -¿Le ha quedado claro, señor Infantes?
-Sí, me ha quedado claro.
¿Y ahora de qué quería hablar conmigo?
-Nada, quiero decir que no tiene importancia.
-¿No la tiene?
Bien.
-¿Todo bien?
¡Ay, mi madre!
¿Una presencia aquí?
-Sí, pero no una cualquiera.
Doña Isabel, primo.
Y es que después de lo de Doña Filomena -No la menciones, no la menciones, que no se... -Sí, sí, sí.
-Pero oye, ¿tú estás seguro?
-Claro que estoy seguro, pero yo solo no estoy seguro.
Está también Pepita, que vive al lado.
Que dice que he escuchado ruidos raros todo el rato.
-¿Pero dentro de la habitación?
-Que sí, en la habitación.
Que se piensa que son ratas.
Yo le he dicho que las ratas no van abriendo por ahí puertas de armario.
Buenas tardes.
Yo lo he visto con mis propios ojos.
Primo, ¿te estás riendo de lo que yo te estoy diciendo?
Te estoy hablando de fantasmas de verdad.
Sabes que me da muchísimo miedo esto.
-Pero mírate si estás cagado de miedo.
Que yo no creo en fantasmas, primo.
-Pero si me... ¿y todo lo que me estás diciendo aquí...?
-No se preocupe, señor Cafiero.
Hoy mismo le mando los catálogos y hablamos en cuanto los tenga.
No, no pienso jugarme los pedidos al póker.
Ya tenté suficiente la suerte.
Muy bien.
Que tenga un buen viaje.
Chao.
Está dispuesto a distribuir las colecciones anteriores y quiere ver los diseños de ésta en cuanto los tengamos.
¿No te parece increíble?
-Está muy bien, sí.
-¿Está muy bien?
Está muy bien.
El mismo Enzo Cafiero.
Quiero convertir Velvet en un fenómeno internacional y a ti lo único que se te ocurre decir es que "está muy bien".
-Clara se ha enterado de lo de Bárbara.
No, cállate.
Ya sé lo que me vas a decir.
Que la culpa es mía, que ya me lo habías avisado, que no tengo que estar mintiendo tanto, que soy un idiota Córtame cuando quieras.
-Sigue, sigue, vas muy bien.
-No estoy para bromas, Alberto.
¿Y sabes lo peor de todo?
Que no pude negarlo.
Clara se encontró un babero de Lourditas en el sofá.
-Pero ibas a negarlo y ese es el problema, que en vez de querer solucionar las cosas te empeñas en seguir mintiendo.
-¿Esta es tu manera de ayudarme?
-Algún día te darás cuenta que es lo que estoy haciendo, compañero.
-Tenemos que hablar.
Enrique no fue quien robó los diseños de De la Riva.
-¿De qué estás hablando?
-Estábamos intentando fichar a Valentina Alcocer en exclusiva como proveedor para la colección de joyas cuando Oxford hizo una oferta mejor.
Demasiada casualidad.
-¿Crees que sabían que estabais negociando con él?
-Sí.
Alguien se lo dijo y no pudo ser Enrique.
Él ya no está.
Así que el topo sigue en Velvet.
Tú te equivocaste.
-¿Has venido a eso?
-No.
He venido para pedirte que hagas algo para proteger mi negocio.
-Muy bien, ¿qué hacemos?
-De momento nada.
Solo lo sabemos nosotros tres y así tiene que seguir siendo.
Que no salga de aquí.
Andaros con mil ojos.
Y si os enteráis de algo me lo decís.
Clara.
-Don Alberto.
Cuando llegue Don Esteban a las galerías avíseme, por favor.
Sin Enrique, mi tío es el único sospechoso.
-¡Lucía!
¡Lucía!
Vamos a llegar tarde por tu culpa.
-Hay una forma de no llegar tarde y es no llegar.
Venga, papá.
Como broma no ha estado mal.
Pero no querrás que hoy vuelva a ese taller infecto, ¿verdad?
-No vamos a tener otra vez esta conversación.
Venga, vamos.
-A mamá le habría horrorizado verme trabajar allí.
-Tu madre no soportaría ver a lo que te has convertido.
-No puedes ignorarme durante años y ahora a presentarte como el padre perfecto.
No sabes lo que me gusta.
No sabes lo que quiero en la vida y no tienes ni idea de quién soy.
No vas a hacerme pasar por el aro.
-Blanca lo hará.
-Típico de ti.
Sentarte y esperar que los demás resuelvan tus problemas.
-Lucía, estoy perdiendo la paciencia.
-No creo que puedas humillarme más de lo que estás haciendo.
-No tientes a la suerte.
Crees que no te conozco.
La que no me conoces eres tú a mí.
-Buenos días, Esteban.
-Buenos días, Blanca.
-Buenos días, Lucía.
-Dejaron de ser buenos cuando salí de casa.
-Pues sí cree que van a mejorar a partir de ahora.
Está muy equivocada.
La entrada de empleados es por el otro lado.
Ya lo sabe.
No lo diré más veces.
Sígame.
-Esteban.
Te estaba buscando.
-Lo siento, acabamos de llegar.
Es tu prima, Lucía.
-Hola, Lucía.
Soy tu primo, Alberto.
No puedo creer que nos estemos conociendo a estas alturas.
Encantado.
-Al menos uno de los dos lo está.
-Perdona si no te pude recibir ayer.
Fue un día muy complicado.
-El mío fue un infierno.
-El primer día es normal.
Deberías agradecer a tu primo la oportunidad que te está dando.
-¿La oportunidad de pasarme todo el día encerrada en este antro?
Muchas gracias, Alberto.
-Lucía.
Discúlpala, son muchos cambios.
-¿Podemos hablar a solas en mi despacho?
-Sí, claro.
-Ni se le ocurra dar un paso más.
-Buenos días.
-Buenos días.
-Qué madrugadora, ¿no?
Habíamos quedado dentro una hora, si no me equivoco.
-A Phillipe Ray le cuento más la mañana.
-A mí me pasa lo mismo.
-Raúl, he estado pensando... -Ana, espero que lo que vayas a decir a continuación tenga que ver con trabajo.
No quiero escuchar una historia más sobre Alberto y tú.
-Es solo trabajo.
El otro tema lo has sacado tú, no yo.
He pensado que podemos usar telas antiguas del almacén para hacer prediseños cuando tomamos los primeros bocetos.
-¿Quieres perder el tiempo cosiendo modelos que no van a ser concluyentes?
-Perderíamos tiempo por un lado, pero lo ganaríamos por otro.
Si hubiera algo que modificar, lo haríamos sobre ellos.
-Y afinaríamos aún más a la hora de cerrar un diseño definitivo.
Buena idea, señor Ray.
Doña Blanca, necesito a alguien que baje al almacén y traiga telas antiguas.
-Sí, por supuesto.
Ahora mismo aviso a Pepita para que... -No, no hay tiempo de buscar a Pepita ni a nadie.
¿Usted?
La nueva.
No le importa que se la robe, ¿verdad?
Quizás sea más conveniente que yo me haga... -Necesito que baje al almacén del sótano y traiga todas las sedas que encuentre.
-No.
-¿Perdón?
-He dicho que no.
Desde que ha llegado, lo único que hago es cargar telas de un lado para otro y yo no he venido a trabajar de mozo.
-Lucía, el señor De la Riva es nuestro diseñador.
-No, no, no.
-Usted hará lo que él diga.
-Doña Blanca, no se moleste.
La princesita está cansada de dar vueltas.
Pues esto no ha hecho más que empezar, querida.
Vas a desear ser mozo.
-Discúlpese ahora mismo, Lucía.
-Me habían hablado del genio de Raúl de la Riva, pero nunca lo había sufrido.
Con la de dinero que me he gastado en sus diseños, podría tratarme con un poco de respeto.
-No la veo usted de ningún probador.
La veo trabajando en un taller.
Así que, niña malcriada, mientras lleve usted puesta esa bata, no vuelva a dirigirse a mí en esos términos.
-Señor de la Riva, lo siento muchísimo.
No volverá a ocurrir.
Yo me hago cargo.
Ven aquí ahora mismo.
¡Vamos!
-Me estás haciendo daño.
Suéltame.
¡Que me sueltes!
-Escúchame bien.
Como se te ocurra volverle a hablar así a alguien de estas galerías.
-¿Qué vas a hacer?
¿Echarme?
-Ya te gustaría, ya.
Mira, Lucía, he tenido que enfrentarme a chicas mucho más difíciles que tú.
Y todas han acabado mansas como corderitas.
No me gusta ser la niñera de nadie, pero si me obligas, no voy a tener más remedio.
Quiero que ordenes los catálogos de hilos alfabéticamente.
Después seguirás con los de telas y proveedores.
Y al terminar la jornada, recogerás el taller.
Desde hoy hasta nueva orden.
Y todo lo harás con una sonrisa en los labios.
¿Entendido?
He dicho, con una sonrisa.
-Como usted ordene.
Lucifer.
-Cierra la puerta.
Disculpa tanto secretismo, pero es importante que nadie escuche esta conversación.
Enrique no fue quien robó los diseños de De la Riva.
Y quien lo hiciese sigue en las galerías.
-¿Cómo?
-Hemos estado a punto de perder un contrato con la familia Alcocer.
Teníamos un acuerdo en exclusiva, prácticamente cerrado.
Pero alguien avisó a Oxford.
Hicieron una contraoferta.
Creo que me debes una explicación, Esteban.
Fuiste tú el que me aseguraste que Enrique era el culpable de todo.
Fuiste tú el que me dijiste que mi tía estaba detrás de todo esto.
-Y te juro que así fue.
Pilar nos ha mentido a todos.
Te estoy dando mi palabra, Alberto.
-Llámala y demuéstrame que puedo confiar en ti.
-¿Sí?
-Pilar, soy yo.
-¿Ha pasado algo?
-Eres una cínica mentirosa.
-¿Cómo?
-Me dijiste que había sido Enrique.
Me fui de ti, di la cara y ahora.
-¿Es verdad, Esteban?
No sé de qué me estás hablando.
-Me aseguraste que fue él quien robó los diseños de De la Riva.
-¿Eso dije?
Vaya.
Y seguro que tú fuiste corriendo a decirlo a Alberto.
Eres muy ingenuo, Esteban.
¿Por qué iba a reconocer haber hecho algo que no hice?
-Sabes que esa colección es de Raúl De La Riva.
Eres una mentirosa.
Todo lo que sale de tu boca es veneno.
Alberto me acusa de traidor.
¿Qué quieres, arruinarme la vida?
Eres mi hermana, Pilar.
-Y también tengo que sacar adelante una empresa.
La familia y los negocios nunca fueron buenos compañeros de viaje.
-Las cosas no son así.
-¿Alguna vez han sido de otra manera?
A diferencia de ti, Esteban, yo tengo... -Mi padre siempre decía que mi tía era una sinvergüenza.
Se quedaba corto.
Lo siento, Esteban.
Nos estamos jugando mucho.
Y el no saber qué es lo que está pasando me está volviendo loco.
-Siento que mis errores del pasado sigan pesando aquí.
Mi hermana siempre ha sido igual.
Tenía que haberlo sabido.
-Por lo menos lo sabemos los dos ahora.
Y el contrato con la familia Alcocer sigue adelante.
[♪ música alegre] -Bienvenido a Velvet, Valentín.
-Bueno, pues esto habrá que celebrarlo, ¿no?
Nos vamos a asegurar de que ni tu madre ni tú os arrepintáis de esta decisión.
-Lo sé.
-No, para mí no, Bárbara.
-Mujer, aunque solo sea para mojarte los labios.
-Gracias.
-Por las Galerías Velvet y la familia Alcocer.
Por una relación larga y fructífera.
Y por las nuevas amistades.
Y ahora, si me disculpáis, debería irme.
Tengo que dar una mala noticia a las Galerías Oxford.
-Víctor te acompañará a la puerta.
-Me temo que Víctor está ocupado en el archivo.
Baja tú.
-Pues voy a tener que acompañarte yo.
Así estoy segura de que no te me pierdes.
Gracias.
Gracias por todo lo que has hecho.
-Anoche formamos un gran equipo.
Mi madre tuvo que rendirse ante ti.
Aunque no fue la única.
¿Por qué no cenamos esta noche?
Tú y yo solos.
Mi madre se puede quedar en casa esta noche.
Y bueno, celebraríamos el contrato y... -Me encantaría, pero tengo un compromiso.
Lo siento.
-Vaya, yo sí que lo siento.
Había comprado algo para dártelo esta noche, pero... Bueno, pero visto lo visto...
Lo haré ahora.
Sí.
-¿Esto es para mí?
-Sí, y lo que hay dentro también.
Ábrela.
¿Te gusta?
-Es preciosa.
No hacía falta.
-Me alegro que te guste.
¿Lo puedo poner?
-Sí.
Claro.
-Maravillosa.
Ni la reina del Nilo lo llevaría con tanta elegancia como tú.
¿Y lo mismo en la próxima cita?
¿Te vuelvo a sorprender con algo nuevo?
-Pues tendré que cancelar mi compromiso.
¿A qué hora quedamos?
-A las 08:00.
¿Te parece bien?
-Perfecto.
-Perfecto.
-Te acompaño a la puerta.
-Sí.
-Buenas tardes, doña Blanca.
Necesito este vestido para esta noche.
-Por supuesto, señorita Patricia.
Lucía, Rita.
Pasen al probador con la señorita Márquez y ajústenle este vestido lo antes posible.
-Así que tú eres Lucía, la hija de Esteban.
-Y supongo que tú serás Patricia.
-Ahora coses aquí.
Ya sabía yo que tú llegarías lejos.
-Por lo menos tengo trabajo.
-Un trabajo estupendo.
-Bueno, ya sabrás qué es esto.
Tengo entendido que no hace mucho eras dependienta.
Y fue muy comentado.
¿Cómo es eso de atender a las Miravelles?
-¡Lucía!
-No se preocupe, doña Blanca.
La familia de Lucía siempre ha sido muy de envidiar a la mía.
Lo que es normal.
Su padre siempre fue la oveja negra y ella no podía salir de otro color.
-¿Prefiere que busque a otra persona para que la atienda?
-En absoluto.
¿Quién me va a servir mejor que alguien de mi familia?
Venga, prima, que tengo prisa.
¿A qué es bonito?
Esta noche tengo una cena con el hijo de los Alcocer.
-Lo que le gusta el billete.
-¿Qué has hecho, Rita?
-Que esto ya está, doña Patricia.
-Mejor así.
Lo quiero para esta tarde.
Me voy a cambiar.
¿Me acompañas?
-Trae el costurero, anda.
-Lo iba a guardar yo.
-¿Y esa amabilidad de repente?
Que los he llevado yo solita.
¿Qué haces?
-Nada.
-Se acabó, Lucía.
Esto era ya lo que me faltaba.
-Rita, no digas nada.
Ya has visto como me ha tratado Patricia.
Me desprecia.
A mí y a mi padre.
-¿Y esa es razón para robarle el colgante?
-A Patricia no le importas nada para que hagas algo tan bondadoso por ella.
Imagina lo que diera de ti.
-Pero si no me lo imagino.
Lo sé.
Hablará como me hablas tú a mí.
Que tienes una lengua y una mano que, conociéndote poco, me parece lo que te ha dicho.
-No me conoces.
No sabes nada de mi vida.
-Seguro que ha sido una vida durísima.
¿Verdad?
Todo el día comprando vestidos y yendo a comer a los restaurantes de lujo y viajando por el mundo como una marquesa.
Pobrecita mía.
-No tienes ni idea.
Si soy así es porque estoy desesperada.
Mi padre no me aguanta.
Lo único que quiere es librarse de mí.
Llevo media vida sola y es por su culpa.
-Te voy a decir dos cositas.
-¿Qué está ocurriendo aquí?
-Nada.
-Ya.
Vuelva al taller.
¿Qué ha pasado, Lucía?
Conozco perfectamente a Rita y sé que algo me está ocultando.
¿Qué ha pasado?
-Ya has oído a Rita.
No hay más que decir.
-Gracias, doña Blanca.
-En dos horas lo tendrá listo.
-Perfecto.
-Pase a recoger el vestido.
-Si llego a saber que esto de trabajar es tan fácil hubiera empezado antes.
La de veces que ha llegado Enrique agotado a casa.
Pues sería por la fulanas que se cepillaba, porque otra cosa.
-Que hayamos firmado no significa que esté todo hecho, Bárbara.
Necesitamos dinero para pagarle las piedras preciosas a Valentín.
Y hasta que no vendamos la colección de joyas no vamos a ver ni un céntimo.
-Bueno, pues sácalo de la cartera de tu marido y listo.
-¿A ti te parece que estamos en un momento como para pedirle nada a Alberto?
No, Bárbara.
Vamos a tener que pedir un préstamo.
-¿Y a quién se lo vamos a pedir?
¿Conoces algún excéntrico millonario dispuesto a dárnoslo?
Si es guapo mejor que mejor.
-Al banco, Bárbara.
Al banco.
-Chica, yo soy buena gastándome el dinero, no buscándolo.
Pero bueno, vamos al banco y en cuanto vean que eres la mujer del señor Márquez nos harán el paseíllo.
-No.
No vamos a ir al banco de Alberto.
No quiero que sepa que vamos a pedir un préstamo.
-Es el director de las galerías, te recuerdo.
-Necesito demostrarle que somos capaces de hacer esto solas.
Mi padre me dejó a mí las acciones, ¿no?
Pues esto es cosa nuestra.
-Retiro lo dicho.
Trabajar es sufrir.
-¡Qué cantidad de polvo tiene esto, por Dios!
No sé si habrá sido buena idea, ¿eh?
-¿Qué dices?
A Raúl le ha encantado, ¿no?
Pues ya está.
Tú, carga y calla.
Parece que las cosas van mejor entre vosotros.
-Bueno, poco a poco, no te creas.
Hay veces que parece que sí, pero luego se vuelve a cerrar otra vez.
-Bueno, si quieres puedo volver a hablar con él, que la última vez no se dio mal.
Yo tengo un don para eso.
-Ay, Rita, no.
Bastante mal están ya las cosas como para que te pongas tú por el medio.
-Pepita me ha dicho que estabais aquí.
¿Qué hacéis con todas estas antiguallas?
-La última idea genial de Phillipe Ray, ya te enterará ya.
-¿Y tú, qué?
¿Cómo estás?
-Más tranquila.
Haciéndome la idea de que esta vez ya se ha acabado de verdad.
-¿Seguro?
Que este cuento ya me lo sé, Clarita.
Bueno, ya nos lo sabemos todos.
-Que Bárbara lleva un mes durmiendo en su casa y Mateo me lo ha ocultado, Rita.
Que esta vez es de verdad.
-Ay, de verdad.
¿Por qué nos lo tiene que poner tan difícil la vida?
-Pero al final se consigue.
Si no, mírame a mí.
-¿Os ayudo con eso?
-Estoy pensando hacer una parte de arriba con esta tela y ponerle una falda con esta otra.
¿Qué te parece?
-No está mal.
¿Y esto?
Seguramente acabe reduciéndole el lazo, pero... pensado en esta tela, porque brilla pero no deslumbra, sigue siendo elegante.
-¿No está mal?
-No está mal, no está mal, no está mal.
Es lo mejor que has visto en tu vida y lo sabes.
-Es lo mejor que he visto en mi vida.
Elegante, delicado.
-Sí, claro.
Ahora me haces la rosca porque te piensas que me voy a ablandar con eso.
-No, es verdad.
Estás en tu mejor momento, Raúl.
Y cualquiera que entienda de esto lo sabe.
-Ay, qué bien verlos así de contentos.
Si ya sabía yo que antes o después os ibais a arreglar.
-No se equivoque, Rita.
Esto sigue siendo trabajo, nada más que trabajo.
-Es que como les he visto así con la sonrisilla en la boca.
Ay, lo siento.
-Señora Otegui.
-Buenos días.
-¿Y usted debe ser...?
-Bárbara de Senillosa.
Un placer.
-Al gusto es mío.
Bien, si entendí bien, por teléfono necesita un préstamo para arrancar su negocio.
-Se trata de una colección de joyas para las Galerías Velvet.
Una empresa de sobrada solvencia, como sabrá.
-Por favor.
Eso es todo en cuanto al número de cuotas fijas.
[voces indistintas] [♪ música animada] Bien, pues ya estaría todo.
Solo tiene que firmar aquí, doña Cristina.
Previa autorización firmada de su marido, por supuesto.
-¿La firma de Alberto?
-Como ya le comenté a la señora Otegui, para concederle un préstamo necesitamos que su esposo le firme una autorización.
Es el protocolo habitual en todos los bancos.
-Por supuesto.
Aquí la tiene.
-Alberto Márquez, sus datos y su firma.
¿Eso sí que es rapidez?
-Mi marido es un hombre muy ocupado.
Como comprenderá, no puede perder toda la mañana conmigo aquí en el banco.
Pensó que así ahorraríamos tiempo.
-Como bien dice, la solvencia de Velvet está más que acreditada.
-Bárbara, ya somos empresarias.
Tú y yo vamos a cerrar muchas bocas.
-Si es que el destino de la mujer es comerse el mundo.
Gracias.
-Gracias.
-Don Alberto, tiene una visita.
-¿Quién es?
-Una visita sorpresa.
-Sara, ¿cómo estás?
-Bien.
Y tú estás estupenda.
-Hola, Sara.
-Gracias, usted también.
Bueno, yo les dejo solos.
-No, Ana, quédate.
Contigo también quería hablar.
-¿Todo bien?
-Muy bien.
De hecho, esta semana es el décimo aniversario de Airsa y hemos organizado una fiesta en uno de nuestros hangares.
Así que venía a invitar a mi diseñadora favorita y a sus mecenas.
-Vaya, gracias, Sara.
¿No sé qué decir?
-Di que sí.
Y tú también, Alberto, no puedes negarte.
-Estaré encantado.
Admiro mucho a tu padre y me gustaría dar las gracias en persona.
-Me temo que no va a ser posible.
Mi padre se encuentra de viaje y no podrá acompañarnos esta noche.
-Qué lástima.
-Pero podrás conocer a nuestro nuevo socio, el señor Granados.
Tiene muchas ganas de conocerte.
Bueno, de conoceros a ti también, Ana.
-Pues será un honor, ¿verdad?
-El honor es mío.
Hiciste un grandísimo trabajo con la colección.
No te mereces menos.
Ya me han contado que ahora trabajas para Phillipe Ray.
No vas a contarme quién es, ¿verdad?
-Secreto profesional.
Dos copas de champán esta noche en la fiesta y acabarás contándome.
-Iré a la fiesta, pero mis labios están sellados.
Les dejo solos, Don Alberto.
Hablemos luego.
-Vale.
-Hasta esta noche.
-Hasta esta noche.
-Parece que te da miedo que venga a verte.
-Es que eres la última persona que me esperaba hoy por aquí.
-He venido a invitarte a la fiesta.
El pasado, pasado está, el presente solo es Airsa.
Vente a la fiesta.
Tráete a Cristina y enterramos el hacha de guerra.
-Con respecto a ese tema, han cambiado mucho las cosas desde la última vez.
-Vaya, no soy la única que tiene novedades.
¿Y si te invito a un café?
Tú me dejaste bien claras las cosas la última vez que te vi.
Demuéstrame que es así.
Sin duda, por fin has cogido las riendas de tu vida.
-Con el embarazo de Cristina no va a ser fácil, pero no me voy a echar atrás, Sara.
-Ana es una mujer estupenda.
-Ana es la mujer de mi vida.
-Estás loco por ella.
-¿Y tú qué?
-No eres el único que va a dar un giro a su vida.
-¿Ah, no?
Sorpréndeme.
-Quiero ser madre.
-¿Tú?
-¿Yo?
-¿En serio?
-Muy en serio.
-Vaya, me sorprende.
-¿Por qué?
-Teniendo en cuenta la dedicación que le tienes a Airsa.
-Ser madre y trabajar no son dos cosas incompatibles.
Aunque en este país aún falte mucho para que pueda entenderse algo así.
-Eres una mujer sorprendente, Sara.
-Y no soy la única que tienes a tu alrededor.
Ana está destinada a hacer cosas increíbles.
Lo supe desde que la vi.
Las mujeres como ella no se contentan con tener un gran hombre a su lado.
Quieren ser grandes por sí mismas.
Cuando antes te hagas a la idea.
-Que llegas tú y llegan otra vez tus consejos.
Pensé que eso formaba parte del pasado.
-Ya ves, hay cosas que nunca cambian.
¿Vendrás a la fiesta?
¿Con Ana?
-Con Ana.
-Me alegro.
Gracias por la invitación, Alberto.
-Ha sido un placer.
-Siempre un caballero.
Mateo Ruiz Lagasca.
-Sara Ortega.
-Dichosos los ojos.
¿Cómo estás?
-Bueno... digamos que no es mi mejor época, pero... Ahí andamos capeando el temporal.
¿Tú por aquí?
-Sí.
Esta noche ofrecemos una fiesta de Airsa en el aeropuerto y he venido a trasladaros la invitación.
-Qué bien.
-Tráete a quien quieras.
A ser posible alguien que te quite esa cara de funeral.
Señores, me marcho.
-Sara.
-Hasta esta noche.
-¿Vas a ir la fiesta esa?
-Sí.
-¿Y con cuál de todas las mujeres de tu vida vas a ir?
-Cuando estás deprimido pierdes todo el humor, Mateo.
Voy a ir con Ana.
-¿Y crees que es buena idea?
-Sí.
-Ana no tiene idea de lo de Sara.
Díselo, díselo antes de llevarla, hombre.
-El pasado pasado está.
Esa relación no significó nada para mí, no quiero que Ana sufra.
-Como quieras.
Solo te doy el consejo que un amigo me dio una vez nada.
-Esto no tiene nada que ver con lo de Clara.
-No tiene nada que ver.
Mentir o no mentir a tu novia.
No tiene nada, nada, nada que ver.
Vale.
-Vámonos que necesitas una copa.
Déjame que te invita a una copa.
-No.
-Mateo.
-No.
-Déjame que te invita a una copa, compañero.
-A ver.
Titulares.
Perfecto.
Porcentaje... Señora, ¿leyó bien el contrato antes de firmarlo?
-Por encima.
No hacía falta, nos lo explicó todo muy bien.
-Y lo entendieron bien.
-¿Qué quieres decir?
-Estas condiciones son abusivas.
-¿Cómo de abusivas?
-Van a pagar mucho más de lo que pedían los Alcocer.
Pueden estar años endeudadas con el banco.
-¿Pero el interés está bien?
-Si sumamos la amortización anticipada, la tasa de costo efectivo anual.
Seguros.
-Nos han estafado, Bárbara.
-¿Quién?
¿Quién nos ha estafado?
-El del banco.
No vamos a saldar esta deuda ni en una vida entera.
-¿Ah, sí?
¿Y eso quién lo dice?
-Víctor.
-¿Ah, Víctor?
¿Víctor el Lechón?
Víctor no tiene ni idea.
-¡Que dejes de meterte con Víctor!
¡Bárbara, que tiene razón, que lo hemos repasado juntos!
¡El sinvergüenza del banco nos vio cara de novatas y se ha aprovechado de nosotras!
-No sé, ¿y si se lo decimos a Alberto?
-Pero, Bárbara, por favor, que es el director de las galerías.
¡He falsificado su firma!
¡Me he saltado su autoridad a la torera!
¡No se lo puedo decir!
-¿Qué has dicho?
-Hemos pedido un préstamo al banco y nos han estafado.
-Dime quién no has firmado esto.
¿Pero por qué no me habéis avisado?
Muy bien.
Pues solo se me ocurre una persona para resolver esto.
-No.
No, ni hablar.
-Enrique se mueve como pez en el agua con los bancos y necesitáis a alguien con experiencia para resolver el lío en el que os habéis metido.
-Si crees que vas a volver a meterte en los pantalones de mi marido, le llevas claro.
Además, Enrique robó la colección de Raúl.
Tiene la entrada prohibida en Velvet.
-No fue él.
Valentín recibió una contraoferta de Oxford.
No pudo ser Enrique.
Sea quien sea el topo, no es él.
-Me da igual.
Mi respuesta es no.
-Bárbara, por favor.
Es la única opción que tenemos.
No podemos recurrir a Alberto.
Por favor.
Bárbara.
Bárbara.
-¡Pichín!
-Ha sido un buen día hoy.
-No cantes victoria que esto solamente es el comienzo.
Queda mucho trabajo por hacer.
Realmente luego lo único que importa es cómo recibe el público el trabajo terminado.
-Bueno, es mi primera colección y aún no sé lo que me espera afuera.
-Tienes razón, ha sido un buen comienzo.
Y un buen día siempre es una victoria.
Ya verás cómo al final sale todo muy bien.
Bueno, aquí he terminado.
Hasta mañana.
-Hasta mañana.
-¿Qué hace aquí?
-Intentar convencerle de que vuelva a las clases.
-Pues ha hecho el viaje en balde, señorita... -Inés, llámeme Inés.
-Inés, no voy a cambiar de idea.
-Pues el otro día parecía muy convencido.
¿Fue por esa señora?
-No, por favor, no, no.
Lo he estado pensando mejor y... Estas cosas ya no son para mí.
-Espere, por favor, piénselo.
¿Si fue usted quien dijo que el baile era muy importante para usted?
-Y lo es.
Verá, yo compartía mi afición al baile con una persona muy querida para mí, que desgraciadamente ya no está.
Acudí a su clase como si ella me estuviera esperando.
Y luego pasó... Pasó lo que pasó.
Si me hubiera visto... No.
No puedo transformar un bellísimo recuerdo en una ridícula payasada.
-Mis clases no son una payasada.
Es más, he visto como el baile ayudaba a mucha gente.
A mí la primera de todas.
¿Por qué no deja que el baile le ayude a usted también?
-¿Inés?
-Sí.
-Bien.
Lo pensaré, Inés.
Lo pensaré.
-¿Quién era?
-Una conocida.
Voy a preparar los turnos de mañana.
[♪ música de nostalgia] Te voy a echar mucho de menos.
-Eso espero.
-Te fuiste demasiado pronto, Isabel.
Demasiado.
-¿Dónde vas con tanta prisa, primo?
¿Qué quieres, prenderle fuego a las galerías?
-No digas tonterías, voy a hacer una limpieza.
-¿Y no prefieres un cubo y un mocho?
-Una limpieza de esas no.
Una o de las otras.
-¿Todavía con eso, primo?
Isabel, que en paz descanse.
Descanse en paz, punto.
-¿Y el ruido?
¿Y el armario?
Yo te digo que en esa habitación hay algo.
Hay algo... -Primo, primo, primo.
Te voy a contar una cosa, pero me tienes que prometer que no se lo vas a decir a nadie.
-Sí.
-Ahí adentro hay una presencia.
Rubia.
Con ojos azules.
Unas caderas anchas.
Unas curvas de infarto.
-¿Qué estás diciendo?
¿Estás viendo el espíritu?
Lo estás viendo.
-Deja esto ya, primo.
Qué rubia de infarto.
¿Qué pasa si llega a ser don Emilio el que te encuentra con esto?
-Que le mato de un disgusto.
Y luego me muero yo por haber sido tan bruto con él.
Sí, tienes razón, primo.
Tienes razón.
Pero es que a mí lo de los espíritus me deja a mí una cosa aquí en el estómago, que... -Ya, ya, ya.
Pero mejor dejar la memoria de Isabel tranquila.
Que don Emilio no merece menos.
-Tienes razón.
Voy a poner una ramita de Romero que siempre viene bien.
[timbre telefónico] -¿Galerías Velvet?
Dime, Víctor.
¿Un cigarrillo?
Pues no me vendría mal ahora.
Voy.
-Veo que el pelele no desaprovecha la ocasión.
-Si va a necesitar algo, tendrá que esperar.
Es mi hora de descanso.
-Clara, espera.
Por favor, es importante.
Espera, espera.
Que... Que esta noche es la fiesta de Airsa.
Ven conmigo, por favor.
Dame una oportunidad para arreglar las cosas.
-Vaya con su antigua inquilina.
-¿Mejor?
¿Más tranquila?
-Sí.
Aunque sigo dándole vueltas al tema de Mateo.
Pues ya está.
Mateo es historia, se acabó.
-Historia antigua.
Gracias, Víctor.
Ya sé que nos conocemos desde hace poco, pero ya te considero un amigo.
-Y yo.
Mucho más que eso, incluso.
Desde que llegué eres la persona que mejor se ha portado conmigo.
Desde el primer día me has ayudado en todo y siempre con una sonrisa.
Si no hubieras estado, yo no sé si aún seguiría aquí.
Creo que Mira, Clara, quiero decirte algo y no sé cómo.
Cuando antes lo diga, mejor.
-Mira, no me digas nada porque me pareces encantador.
Aunque lo hayas dejado con Mateo, me sigue gustando.
Entre nosotros no puede pasar nada.
-Clara, que no, que no.
No, no me gustas.
Me gusta a alguien, pero tú no.
-Oiga, pues qué alivio.
Es que pensé que... -No, no, culpa mía.
Me he explicado fatal.
No es eso.
-No, no, que no te guste.
Ya lo que me faltaba para rematar el día.
-A ver, que eres una mujer de categoría.
Una cosa no quita a la otra, pero... No, el tema es que... Es que me gusta alguien de aquí, de las galerías y... está casada.
Y yo tengo novia.
-No, no, si te gusta mucho.
-Mucho.
-Pues si te gusta de verdad, lo mejor es que no le compliques la vida y no hagas nada con ella.
Ya, que ya lo has hecho.
Pues déjala.
Ya sé que es duro, pero tienes que dejarla.
Porque el amor a tres bandas nunca funciona, créeme.
-¿Todavía estás aquí?
Con lo que tardas en cambiarte vas a llegar tarde a la fiesta.
-¿Tú crees que yo tengo cuerpo para fiestas?
-Bueno, será una discusión de nada.
Siempre estáis igual, como el perro y el gato.
-Esta vez me ha dejado para siempre.
-Anda, ponme una de esas y luego te acompaño.
-No, no.
No te preocupes, estaré bien.
Tu bourbon, tu sofá, no necesito nada más.
Tú tienes una fiesta a la que asistir.
Ana, Sara, tú, en fin.
Espero que consiga sobrevivir a esa fiesta.
Venga, vete.
Está todo bien, vete.
-Señoras, no hace falta que se levanten.
-¿Cómo ha ido?
-Todo arreglado.
Aquí tenéis vuestro préstamo con las mejores condiciones del mercado.
-¿Cómo lo has hecho?
-¿De verdad tengo que responder a esa pregunta?
¿Qué se dice?
-Que cuando ganas no hay quien te aguante.
-Muchas gracias, Enrique.
-No tan deprisa.
Todavía tenemos que hablar de mis condiciones.
-¿Condiciones?
-Quiero volver a Velvet.
-Estás loco.
-Si me hubierais hecho caso desde el principio... -Por encima de mi cadáver.
-Cariño, veo que no me has echado mucho de menos.
Y es una pena porque yo a ti sí, y mucho.
-Enrique, nunca se te ha dado bien mentir, así que no lo intentes ahora.
Además, no puedes importarme menos.
-Pues yo te veo bastante alterada.
Porque ya tengo mi espacio aquí y tú has venido a quitármelo.
Y no pienso dejar que vengas y lo arruines todo.
Y mucho menos que trabajes codo con codo con Patricia.
-O sea que son celos.
-¿Celos?
Mira, por mí como si te cepillas... -Basta.
Enrique, dame ese contrato.
-¿Vuelvo a Velvet sí o no?
-Vuelves.
-Tío.
-Hola, Ana.
¿Qué tal?
-¿Qué es eso?
-¿Eso qué?
-Lo que acaba de guardar.
Que ya está bien.
Que lleva un día hoy de lo más raro.
Primero lo del médico, luego lo de esa mujer que no me quiere decir quién es y ahora esto.
¿Me puede decir qué pasa?
-Tonterías de viejo, hija.
Tonterías de viejo.
-Muy bien.
Pues no me voy a mover de aquí hasta que me lo cuente.
Y si me tengo que perder la fiesta de Airsa, me la pierdo.
-Me hacía ilusión recuperar mis clases de baile.
Esa mujer de antes era la profesora que intentaba convencerme para que volviera.
-Pero tío... es una idea genial.
Si a usted siempre le ha gustado muchísimo bailar.
-Sí, pero ya he ido dos veces y ha sido un desastre.
Yo ya no estoy para esas cosas.
-No diga tonterías.
Si a venido a buscarles por algo.
-No, ha venido porque esa mujer es una contumaz.
¿O no?
Me la ha mandado Isabel.
Para hacerme entrar en razón.
Como solía hacer conmigo cada vez que yo me emperraba en algo.
-¿Y si fuera así?
Que usted nunca ha creído en esas cosas, pero quién sabe.
Dese una oportunidad.
¿Qué pierde?
¿Qué pierdo?
No sé.
Vamos, vamos, que Alberto te está esperando.
Venga.
Vamos.
-Adiós.
-Adiós.
¿Qué pierdo?
-Si ya sabía yo que esto le iba a pasar la pobre... -Rita.
-¿Qué?
Que no gano para sustos hoy.
-Te estaba esperando.
-Ah, ¿sí?
¿Y qué quieres?
Como me digas que has vuelto a robar... Una y no más, Santo Tomás.
-Que no.
Solo... Quería darte as gracias por lo de antes.
-Va ser la primera regla de la chica Velvet.
Si te portas bien, igual te enseño el resto.
¡Hala!
Y esta mañana, raterilla.
¡Que menuda ladronzuela estás hecha!
-¿Alberto?
-Doña Cristina, ¿puedo ayudarle en algo?
¿Va todo bien?
-Perfectamente.
Va todo perfectamente.
Gracias, Clara.
[♪ música en inglés] -Hola, buenas noches.
-Buenas noches.
-Que impresionante.
-Son famosos por sus fiestas.
Ya lo verás.
-Ana.
-Hola, Sara.
-Alberto.
Qué bien que hayáis venido.
El señor Granados tiene muchas ganas de saludaros.
Eso sí, os agradecería que no le dijeras que estáis juntos.
Lleva una empresa muy moderna, pero en el fondo es un hombre de lo más conservador.
Bienvenidos.
-Gracias.
¿Por qué sabe que estamos juntos?
¿Se lo has dicho tú?
-Lo habrá notado en la mirada.
-¿Alguien quiere saludarle?
-Alberto Márquez.
Pablo Granados.
-Un placer, caballero.
Le presento a Ana Rivera, nuestra diseñadora.
-Así que usted es la responsable de que esta aerolínea sea la más elegante de Europa.
-Muchas gracias, encantada de conocerte.
Lo mismo digo.
-Con vuestro permiso, el deber me llama.
-Por cierto, enhorabuena por su futura paternidad.
-Veo que las noticias vuelan.
-Sobre todo en una empresa como esta.
Su mujer no ha venido.
Pensé que la conocería.
-Se encuentra indispuesta.
Me ha pedido que le transmita sus disculpas.
-Damas y caballeros.
Buenas noches a todos y muchísimas gracias por estar aquí en una noche tan especial para nuestra empresa.
Hoy se cumplen diez años de un viaje que empezó en Barcelona.
En la cabeza de un hombre que nunca se ha rendido ante las adversidades.
Un hombre que ha peleado cada batalla como si fuera la última por poder seguir soñando a lo grande.
Ese hombre, por suerte para mí, es mi padre.
Y por desgracia no ha podido estar aquí esta noche con nosotros.
Pero está aquí, en representación suya, el nuevo socio de Airsa, el señor Pablo Granados.
[aplausos] -No hace falta tanta prisa.
No hay moros en la costa.
-¿Tú te crees que estas son formas?
-Solo quería avisarla de que... -No hace falta que me avises de nada y desaparece de mi vista.
Últimamente estás hasta en la sopa.
-Por si no lo sabe, llevo todo el día cubriéndola.
Pero claro, de desagradecido está el mundo lleno.
Mira, soy una Márquez.
Y no tengo que agradecerte nada ni a ti ni a nadie.
Bastante que tienes un empleo en mi empresa, paleto.
-"Paleto".
Muy bien.
Pues si usted no le debe nada a nadie, si es tan libre como dice, ahora mismo llamamos a Don Emilio y le decimos que usted vive aquí en las galerías.
¡Don Emilio!
¡Don Emilio!
-No lo hagas.
Por favor, no me delates, Jonás.
-¿Jonás?
Ahora el paleto ya es historia.
Esto es increíble.
-Es que lo estoy pasando muy mal.
Mi hermano me ha dejado en la calle, sin nada.
No sabes lo duro que es tenerlo todo y al día siguiente no tener nada.
-Pues sí, sí que lo sé, porque yo nunca he tenido nada.
-Por favor, Jonás.
-Con ese hueso a otro perro.
Para ver una buena interpretación me voy al teatro.
-¿Con qué dinero?
Por favor, Jonás.
No me delates.
[♪ música sensual] [♪ música suave] -Gracias a todos.
Gracias.
Esto de los discursos, prefiero dejárselo a tu padre.
-No sé yo, a él tampoco le gusta mucho.
-Si no le gusta hablar en público, no se ha notado nada.
-Ha estado muy bien, caballero.
-Muchas gracias.
-Qué lástima habérmelo perdido.
-Señora de Márquez.
Cuánto gusto me da conocerla.
-El gusto es mío.
-Debo entender que se encuentra mejor, ¿no?
Bueno, me dijo Alberto que con el embarazo... -Sí.
-Bueno.
Me encontraba un poco indispuesta, pero a lo largo de la tarde me he ido encontrando mejor, así que he decidido venir.
-Bueno, más vale tarde que nunca.
Enhorabuena por su embarazo, señora de Márquez.
-Muchísimas gracias.
Estamos muy contentos.
-Bueno, tengo que ir a saludar a los invitados.
Os veo ahora.
-Claro.
-¿Se puede saber que estás haciendo aquí?
-¿Se te olvidó invitarme a la fiesta, Alberto?
¿De verdad pensabas que iba a ser la única de tus mujeres que se iba a perder una noche tan especial?
-Cristina.
-Y aquí estás.
-Cállate, por favor.
-Rodeado de tus mujeres.
El amor de tu vida, tu esposa y tu amante.
-¿Cómo?
-No me lo puedo creer.
¿No lo sabías?
Se acostó con Sara la última vez que estuvo en Madrid.
¿A que sí?
-Ana, espera, por favor.
-No me toques.
-Escúchame.
Te acababa de pedir que volvieses conmigo y tú me rechazaste en el Pausa.
¿No te acuerdas?
Estaba destrozado, Ana.
Sé que no es excusa, pero lo siento.
-¿Alberto, qué pasa?
-Alberto Se acostó con Sara.
-Ahora se siente como un imbécil.
Porque mintió.
-Sigues hablando de ellos, ¿no?
-¿De quién si no?
-Valentín Alcocer.
Este es tu plan.
Arreglar tu vida con el dinero de los Alcocer.
-No te basta con lo de Ana.
También aquí tienes que actuar a mis espaldas.
-Supongo que ya te has encontrado con Enrique.
-Soy el director de esta empresa, que no se te olvide.
-No es el momento ni el lugar.
-Fue tú el que robó los bocetos y dejaste que me echaran la culpa.
He vuelto a las galerías y no pienso parar hasta dar con el culpable.
-Si sales por esa puerta te voy a hundir.
-Hazlo y te llevo por delante.
-¿Me está diciendo que no sabe nada de Ana desde ayer por la noche?
-Usted me prometió que cuidaría de ella.
No voy a esperar un minuto más.
Voy a llamar a la policía.
-Eres tú quien lo ha hecho mal todo desde el principio.
Tú me engañaste a mí.
Tú engañaste a Ana.
-He dicho que te vayas.
-Mi codiseñadora desapareció de la noche a la mañana.
Nadie tiene noticias suyas y a Don Emilio le va a dar de un soponcio.
Por favor, te estoy pidiendo un poco de humanidad.
-¿Voy a ser padre?
Support for PBS provided by: